
Pasé muchos años de mi vida planificando absolutamente todo lo que quería hacer. Según mi primer psicólogo, mi vida era una hoja de Excel, armadita, prolijita y decorada.
Pero claro, eso estaba en mi mente, era lo que había aprendido, era “lo que tenía” que hacer o “lo que debía” hacer.
Hasta que un día descubrí que también podía “SENTIR”, y que la vida “cambiaba” constantemente y entonces, también podía cambiar al compás de esa “música” que sonaba dentro mío. Ahí empecé a escucharme y dejar de exigirme. Cuanto más me escuchaba, más descubría … Mi mente y mi corazón empezaron a caminar juntos.
Descubrí que podía hacer otras cosas, podía salir de mi pequeño puntito, para conocer que había más allá y que ir en busca de “ese sentir” no implicaba renunciar a mis principios, valores y virtudes, sino que muy por el contrario, los potenciaba.
Descubrí que podía poner mis dones y talentos al servicio de otros, los saqué de esa cajita donde estaban guardados y los hice parte de mi día a día. Dejé de luchar, para empezar a enfocarme.
🤍🤍🤍
No es fácil, pero quiero decirte algo, a veces la única forma de seguir el camino, es atravesando tus fronteras, atravesando tu exigencia, atravesando tu zona de confort, atravesando tus creencias, aún, atravesando tus dolores y conservando tus principios.
No le dije chau al Excel. Ahora lo uso sólo cuando lo necesito.Y como dice la frase de Madre Teresa de Calcuta “No es lo importante lo que hacemos, sino cómo lo hacemos, cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en realizamos”